(De Historia de Agustina, desde sus orígenes hasta la década de 1940. Autores: Lic. Laura E. Manacorda y Sr. Juan A. Navone).
Durante mucho tiempo los navíos de los primeros conquistadores pasarían de largo por las márgenes del Plata. Esa verde llanura sin oro, ni minerales preciosos, con indios hostiles, no era un ámbito de vida fácil, cómoda y de enriquecimiento rápido, lugar que suponían estaba más al norte, en los dominios del Rey Blanco.
Buenos Aires fue fundada por segunda vez en 1580 por Juan de Garay que repartió en su derredor tierras a pobladores traídos de España. La ciudad sobrevivirá a costa de cualquier sacrificio ya que tenía sus tesoros como los de Perú y México. A comienzos del siglo XVIII, las ricas y dilatadas llanuras que le rodeaban, estaban cubiertas de enormes manadas de ganado vacuno y caballar en estado salvaje, reproducidas de los que introdujeron los españoles en las primeras expediciones.
Esa abundancia, principalmente de vacunos, produjo una matanza indiscriminada de este ganado, la vaquería, para extraer de los animales sacrificados, algunos productos de apreciable valor comercial en esa época (cueros, crin, cuernos, sebo, etc.). La carne fresca no consumida se despreciaba por no existe un medio conveniente para conservarla (sólo se utilizaba una pequeña cantidad preservándola por medio de la salazón). Esa actividad abusiva ocasionó una merma considerable, por lo que a comienzos del siglo 18 ya no había existencias de ganado vacuno salvaje o cimarrón (hacia el año 1718 se realizaron las últimas vaquerías).
Comenzó entonces la cría de vacunos domésticos en la estancia colonial. Estaban generalmente ubicadas en zonas cercanas a Buenos Aires: desde San Nicolás, San pedro, San Antonio de Areco, Luján y Magdalena, concentrándose la mayoría cerca de Luján. Dentro de este territorio en los partidos que estaban al norte de San pedro, hasta San Nicolás, si bien había cría de ganado, ésta era complementaria de la actividad principal que era la agricultura y en menor grado la fruticultura.
Poco a poco sus habitantes se dieron cuenta que la explotación de la riqueza pecuaria tenía en si misma la posibilidad de llevarlos a un negocio, que con el paso del tiempo, se convertiría en muy rentable.
Frente a los ataques indios en busca de ganado, la zona era custodiada por una serie de guardias o fortines situados en la línea general mencionada anteriormente. Es de destacar que las incursiones del indígena tenía el fin del robo de ganado y otros bienes.
El peligro indio cada vez se tornaba más intenso debido a que los pampas aprovisionaban de animales a los aucas de Chile, lo que movió a éstos a desplazarse al actual territorio argentino para intervenir directamente en la apropiación de estos animales. Esto indujo a las autoridades coloniales a tomar algunas medidas en beneficio de salvaguardar la riqueza pecuaria amenazada por constantes saqueos.
En 1738 se construyó en Arrecifes el primer fuerte. En años posteriores, hacia 1772, durante la Gobernación de Vértiz, se decidio iniciar un nuevo estudio del terreno para determinar el establecimiento de centros poblados, debido a que fuera de la frontera había muchos pobladores sin defensa. Se hizo un reconocimiento de la zona desde Melincué (Santa Fe) hasta el Carpincho, siguiendo hacia el sur hasta llegar a las Serranías de Tandil y el Océano Atlántico, señalándose en el viaje de vuelta los lugares donde se instalarían algunos fuertes. Por primera vez, la presencia del español se encuentra en las tierras motivo de nuestro estudio ya que debieron pasar bordeando la laguna Mar Chiquita, Laguna de Gómez y Río Salado, para llegar a la Laguna del Carpincho, es decir, explorando los campos situados en las márgenes de esta cuenca hidrográfica.
Posteriormente se realizaron estudios por parte de Manuel D. Pinazo y Félix de Azara para ampliar la línea defensiva, pero fue el reconocimiento de Francisco Betbezé el que se tuvo en cuenta para fijar la nueva línea, quedando instalados en 1781, fuertes en Chascomús, Ranchos, Monte, Luján, Salto, Rojas y Melincué (Santa Fe), siguiendo la línea más al norte.
Como vemos, el problema del indio era tema de constante preocupación de las autoridades coloniales, como así también, de las autoridades surgidas a partir de 1810. Estas, si bien fueron tomando paulatinas medidas para la protección de la campaña bonaerense, aparece como la más importante, el Decreto del 27 de septiembre de 1826, del entonces Presidente de las Provincias Unidas, Bernardino Rivadavia, estableciéndose tres fuertes principales en Curalafquen, Cruz de Guerra y Potroso (actual Junín). Quedó de esta manera dentro de la zona protegida un amplio territorio al norte del río Salado, que contenía el lugar donde se fundaría Agustina ochenta años después. Esta zona permaneció durante muchos años teniendo como principal punto defensivo al Fuerte Federación (fundado en 1827) para desplazarse al oeste en 1869, más allá de la cuenca Mar Chiquita, Laguna de Gómez y Río Salado.
Plano del Fuerte Federación |
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La inoperancia del sistema fue tal que impulsó a Rosas, ya siendo gobernador, a estudiar y preparar la que habría de ser la campaña más importante llevada a cabo contra los indios, como lo fue la de 1833. El plan consistía en dar una batida general de la pampa en un frente de 1.500 kilómetros, desde el Atlántico hasta el pacífico, quedando luego reducido este plan al territorio nacional exclusivamente.
Se incorporaron de esta manera, al menos nominalmente, 2.900 leguas cuadradas de territorio, lográndose en forma simultánea concretar y mantener la paz con las más importantes parcialidades indígenas del sudoeste de Buenos Aires y sur de Río Negro. Gran parte de las tierras "conquistadas" no fueron ocupadas, debido básicamente a la lejanía de los posibles centros de comercialización y porque el aislamiento en que se encontraban las eventuales poblaciones facilitaba el robo a pequeña escala.
La nueva frontera resultante de la expedición de 1833, quedó protegida sólo con pequeñas y débiles guardias perdidas en la inmensidad pampeana, que quedaron como centinelas de las estancias. La ocupación real en Buenos Aires no avanzó más allá de la de 1828, pero debe reconocerse que la zona quedó segura desde 1852 cuando la caída de Rosas y los hechos posteriores provocaron el desmantelamiento de las guardias y lo que fue peor, la concentración del ejército en zonas alejadas a la frontera indígena.
A partir de 1852, los indios se dispusieron a la acción. Comenzaron a presionar sobre la frontera mediante pequeños golpes de mano, al parecer aislados y desvinculados entre sí, pero que tenían el sentido de probar la capacidad de reacción del blanco y a su vez los ayudaba a ensayar sus fuerzas para empresas mayores.
Juan Calfucurá |
Los hechos vinieron a demostrar que la frontera exclusivamente militar, poco podía hacer contra el ataque sistemático y organizado por fuerzas que conocían perfectamente el terreno y que contaban, tácticamente, con medios importantes. Lo cierto es que como consecuencia de la gran invasión de 1855-1857, la frontera real volvió prácticamente hasta el río Salado y gran cantidad de enfiteutas y algunos propietarios abandonaron las tierras que habían explotado durante la larga paz rosista; habrían de pasar largos años antes de que pudiera ser revertida la situación.
La necesidad de proteger a las poblaciones que cada vez penetraban más el "desierto" llevando adelante la ocupación ganadera de aquellas regiones, impulsó al gobierno del presidente Mitre a llevar adelante la inspección y estudio del estado general de las fronteras. Se procedió entonces a establecer nuevos fortines.
Cnel. Francisco Borges. |
En esta última provincia, la línea de frontera avanzó y se organizaron tres comandancias generales entra las que se encontraba la del Oeste y el Noroeste, a cargo de Francisco Borges, con asiento en Junín.
Todos estos avances que se realizaban contaban con el aval y beneplácito de los grupos ganaderos quienes eran, obviamente, los mayores interesados en el asunto, ya que las incursiones indias les producían grandes perdidas.
Cuando en 1874 ocupó la presidencia de la Nación, el doctor Nicolás Avellaneda, designó como ministro de Guerra a Adolfo Alsina. Este se dio de lleno a la solución del problema de la guerra con el indio, para lo cual ideó un plan de avance lento de la frontera mediante adelantos sucesivos de la misma, apoyándose en la construcción de una zanja para facilitar la acción del ejército. A esto se debe agregar la fundación de pueblos junto a las comandancias militares, el retroceso de las tribus hacia el interior del desierto, la reducción de la frontera interior en 186 kilómetros y el aumento de las tropas que la guarnecían. Además, las comandancias militares se hallaban comunicadas telegráficamente. La ganadería se pudo extender por tierras que hasta ese instante no habían sido explotadas, pese a que la mayoría de ellas estaban ya en manos de particulares.
En fin, la nueva frontera, con su sistema militar, fue el paso previo y necesario que aseguró el éxito de la campaña que llevó adelante el General Roca.
Fallecido el doctor Alsina, en diciembre de 1877, el presidente Avellaneda designó como ministro de Guerra al general Julio A. Roca, cuyas terminantes ideas en relación al tema fronteras, eran públicamente reconocidas, pues habían sido expuestas, entre otras formas, a través de la prensa, siendo evidente que habría de cambiar diametralmente el método de lucha. El 14 de agosto de 1878 elevó al Congreso el mensaje y proyecto de ley relativo al establecimiento de la línea de frontera sobre la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo sometimiento o desalojo de los indios desde los ríos Cuarto y Diamante.
El plan de adelanto proyectado por Roca consistió básicamente en el avance simultáneo de varias columnas, que partiendo de diversos puntos de la frontera ya existente, realizaron una verdadera batida y empujaron a los restos de las parcialidades indias al sur de los ríos Negro y Neuquén. Dicho plan se realizó durante 1879 y al llegar el invierno, el Ministro pudo asegurar que había logrado conquistar 15 mil leguas de territorio y acabado definitivamente el problema de la frontera interior. Quedó a su vez, abierto y seguro un enorme territorio que en muy poco tiempo habría de incorporarse de la mano de la expansión ferroviaria y de la oleada inmigratoria, a la producción agropecuaria que a su vez permitiría la incorporación del país al mercado internacional como un importante productor de sustancias alimenticias.
ADHESION 115 AÑOS DE AGUSTINA
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